Aquella mañana cuando llegó al hospital supo que algo no iba bien, se puso su bata como de costumbre, su cartel y salió a dar la vuelta correspondiente por los pasillos, esa mañana le tocaba pediatría. Ver a los niños recién levantados era algo que le apasionaba, tenían la mejor cara del día, después de haber soñado toda la noche con ser los reyes de mundo, astronautas o cantantes... lo que mas le gustaba de ello, es que ella de vez en cuando también soñaba ese tipo de cosas, y solo con ellos podía compartirlas.
Se dirigió a ver a Sophie, una niña de ojos claros, pelo castaño muy claro y liso, tremendamente liso, a Shopie le tenía una cariño especial, llevaba allí desde que ella había entrado a trabajar, tenía un síndrome muy raro, al que todavía nadie había conseguido darle un nombre, pero de vez en cuando Sophie se creía que vivía en otro planeta, que era un animal o que no existía y eso le producía enormes arrebatos de locura, llantera y ansiedad, no era capaz de reconocerse. Sin embargo era muy cariñosa, atenta y siempre tenía una sonrisa para ella, pero aquella mañana cuando entró, Sophie no estaba, su habitación estaba vacía, y solo colgaban los 26 dibujos que Sophie había echo por las paredes...
No reaccionó, no supo que hacer y salió disparada hacia el mostrador, tenía que saber porque esa mañana no había poder ver aún esa sonrisa, preguntó y su ansiedad empezó a aumentar a medida que le fueron contando lo ocurrido, Sophie había fallecido, la noche anterior había creído que se convertía en princesa y intentó huir del hospital diciendo que tenía que llegar a su castillo, se mareó, se desmayo y ya no se volvió a levantar... No pudieron hacer nada por ella. No pudieron hacer nada por ella. No pudieron hacer nada por ella. Se repitió esa frase en su cabeza miles de veces, ella no la hubiera dejado morir, jamás... A decir verdad, era la única persona que le sonreía todos los días, apenas conocía a nadie en Florencia y todos sus compañeros de trabajo no eran de su agrado, siempre le encontraba alguna pega a alguien y eso evitaba que se relacionara con la gente como tenía que hacer, y ella, ella era sus ganas de llegar al hospital. Se dirigió a su taquilla, se quitó la bata y salió con paso decidido del hospital, no tenía ni idea de a donde iba a ir, ni siquiera que quería hacer, pero sabía que estar allí dentro, hoy no iba a ser posible sin derrumbarse, y ella tenía muy clara una cosa desde aquella vez, jamás volvería a derrumbarse delante de nadie, jamás. Aquella vez se había desmoronado y no quería ni recordarla, no quería recordar ni a los protagonistas, ni el lugar ni la hora que marcaba el reloj de la estación, aquella vez era algo pasado, y no quería volver a sentir ese dolor punzante en el pecho.
Se montó en su mini, y estuvo conduciendo por Florencia, alrededor de unas dos horas y media, no sabía a donde dirigirse y conducir era su única opción hasta que no se decidiese, se paró en un semáforo en ámbar, siempre lo hacía, aunque los demás coches pitasen, a ella le gustaba pararse en todos los semáforos en ámbar, tenía más tiempo para pensar...
Bajo la ventanilla para que le diera el viento fresco en la cara, en la nuca... y sus ojos se quedaron petrificados, no podía creerse lo que estaba viendo, no podía ser verdad, no podía estar ocurriendole a ella de verdad, no, no, no...
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Sonrisa.