Aquella mañana salio de su casa, con paso decidido, dispuesta a decirle todo aquello que nunca se había atrevido . Se dirigió al hospital, como cada mañana, era prácticamente su segunda casa, cuando no tenía turnos de noche, se quedaba por puro placer... le gustaba pasear de noche por aquel hospital medio apagado, sin más luces que la luz de la luna, su sección favorita era pediatría, de vez en cuando se paraba en la habitación de algún niño, se quedaba mirando embobada la sonrisa que solían tener mientras dormían y cuando ya se daba por satisfecha, regresaba a casa. Su vida era prácticamente una rutina, desayuno, hospital, hospital,hospital, hospital, hospital, cena, dormir... y vuelta a empezar.
Vivía sin más compañía que dos peces, de tonos anaranjados, eran los únicos que la escuchaban sin renegar, cansarse, o irse. No tenía pareja, ni familia cerca, había huido de todo, en un intento por empezar de cero, su familia vivía en Estrasburgo y ella había decidido empezar su vida en Florencia, pero de vez en cuando los recuerdos por todo lo que dejó atrás la invadían, aunque siempre encontrase una manera de evitarlos. No hacía mucho que se había mudado, pero si lo suficiente como para saber que su lugar ahora era Florencia. A él lo conoció en una de sus visitas por la ciudad, en aquella en especial estaba viendo al David de Miguel Angel, el estaba justo detrás, de repente ella se fijo en él, desde aquel día no supo porque, pero recordó todas las noches cuando caía rendida en la cama, recordaba su mirada, fue fugaz, instantánea, pero sabía que no la olvidaría jamás...
Desde aquel día los próximos 45 días se había dedicado a buscar aquel hombre por Florencia, simplemente esperaba salir un día a la calle y encontrarlo, allí, esperándola. Pero ella sabía que eso no ocurriría, que tendría que ser ella quien moviese los hilos del destino para hacer que se volvieran a encontrar.
T.
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Sonrisa.